I
Hervía la tierra debajo del jergón,
donde naciste.
Cuando aquello,
hubo para ti un trozo de sol semi-apagado
y algo +,
indescriptible.
II
En el transcurso,
junto a la calle se armó un boliche
y hacia la noche,
un ángel marchoso sobre tu palma
vertió migajas.
Llegó a decirse que ello era un presente;
por nada una dádiva
para poner a andar ruedas
en la aspérrima carreta de tu vientre.
He aquí la paz o la guerra,
por turno dormitando debajo de carpas
en el vasto campamento,
donde descansan pulgarcitos,
que no entienden.
III
Hervía la tierra,
por detrás del humo un encendido sol
y tu costado incandescente,
en una liliputiense pelea con la resurrección,
después que se te murió el alma por los 20.
¡Cómo llegar al talón y en ese punto que se deshace,
calcinar la vida eterna para que vivas,
para que mueras,
según tu antojo!
Wednesday, July 18, 2007
Thursday, July 12, 2007
CAMPO SAGRADO (ME INSTALO JUNTO A MICAELA GUYUNUSA Y SU FAMILIA)
I
Cayeron los muertos como si fueran vivos;
desde entonces de la tierra han salido,
con sus mejores ropas
en busca de los vivos,
que colgaron en sus pechos de estar muertos la burda presea,
el distintivo.
Ellos habían visto caer cuando cayeron,
al niño en el regazo de la madre envuelto.
Ésta,
protegiéndole entre los edredones ya mustios de su carne,
doblada en 2 cayó pantorrilla con cabello.
II
En ese instante de hachuelas humeantes y apagadas,
se había apretado el tiempo contra la colina
y las nubes,
moradas en su masa de sombra precipitaron,
sobre la tierra en gruesos lagrimones,
el desconsolado llanto de la tempestad.
Se sumaron gotas hasta clarear los huesos,
una a una las prendas
al torrente sus tesoros cedieron,
rompiéndose en estrías
la piel fondeó su amarillez en la laguna;
disueltos en el aire los talles de los cuerpos,
a semejanza de ramas invernales las hebillas,
colgaron de balates por las yemas cincelados,
de almas que se habían repartido,
en procura de dar noticias,
alertas,
vocear en las gargantas,
salir en captura de los vivos,
llevarlos a la plaza y en ese sitio,
en medio de bancos derruidos,
del ·sube-y-baja· lanzado lejos fuera de su asidero,
erguir los rebordes de las huellas,
echando arena encima
y encima pasto,
para que allí fuera todo campo sagrado.
Cayeron los muertos como si fueran vivos;
desde entonces de la tierra han salido,
con sus mejores ropas
en busca de los vivos,
que colgaron en sus pechos de estar muertos la burda presea,
el distintivo.
Ellos habían visto caer cuando cayeron,
al niño en el regazo de la madre envuelto.
Ésta,
protegiéndole entre los edredones ya mustios de su carne,
doblada en 2 cayó pantorrilla con cabello.
II
En ese instante de hachuelas humeantes y apagadas,
se había apretado el tiempo contra la colina
y las nubes,
moradas en su masa de sombra precipitaron,
sobre la tierra en gruesos lagrimones,
el desconsolado llanto de la tempestad.
Se sumaron gotas hasta clarear los huesos,
una a una las prendas
al torrente sus tesoros cedieron,
rompiéndose en estrías
la piel fondeó su amarillez en la laguna;
disueltos en el aire los talles de los cuerpos,
a semejanza de ramas invernales las hebillas,
colgaron de balates por las yemas cincelados,
de almas que se habían repartido,
en procura de dar noticias,
alertas,
vocear en las gargantas,
salir en captura de los vivos,
llevarlos a la plaza y en ese sitio,
en medio de bancos derruidos,
del ·sube-y-baja· lanzado lejos fuera de su asidero,
erguir los rebordes de las huellas,
echando arena encima
y encima pasto,
para que allí fuera todo campo sagrado.
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