Aquí, en Montevideo, es la 1 de la maña-
na del 24 de julio de 2006.
A esta hora tú, estás dormida y cuando
despiertes, pues, dirás, ya no tengo 5, soy una
niña con 6, o sea: el abuelo tiene una nieta de
6.
Desde este tan curvo lado del mundo, (ca-
si con la planta del pie metida en el agua su-
puestamente dulce del río de la plata), tan só-
lo te puedo enviar palabras; ni chocolate, ni
libritos coloreados, ni canción con acordes de
órgano, solemnes, que permanezcan prendidos
en el aire, como si fueran limones colgando de
las ramas en el limonero.
Nada de eso, todo inconcreto, un libro con
las páginas en blanco.
Palabras que quizá sí, puedan soportar en
sus dedos juntos o separados, la columna y
con ello el puente entre un abuelo viejo y una
nieta de 6.
Si yo estuviera ahí, en Petoskey, o tú estu-
vieses aquí, (con el pie húmedo a causa de
ese paseo al borde del río de la plata que al-
gún día concretarás), la cosa sería algo distin-
ta. Por lo pronto, ahora, en este instante, yo
podría escuchar el compás de tu respiración:
quietecita, más agitada, muy tranquila, anhe-
lante, toda movida porque tú te mueves entre
las sábanas ligeras que te cubren, y te produ-
cen una sensación de calor excesivo, a causa
de que en el lugar donde vives, todo chispo-
rrotea por ser verano.
Ves, ¿cuánta cosa entre Tatiana y su abuelo,
sin que aparentemente nada haya sucedido?
sin que se haya pronunciado la más mínima
palabra en ese entre tanto de silencio.
Diría que este es un diálogo invisible con
un abuelo invisible que le desea a Tatiana
muchas felicidades, unos cuantos regalos
y el arrullo amoroso de sus papitos.
Desde aquí el abuelo te adormece tam-
bién, con arrullos.
barrio del cordón-trastienda de la universidad-
junto al sombrío sub-suelo del liceo nocturno
Sunday, July 23, 2006
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