Wednesday, August 01, 2007

LÍNEAS AMARILLAS II (UN PASEO POR EL SHOPPING CENTER)

Para una mejor comprensión: el actual montevideo shopping
center fue construido sobre predio del ex hospital fermín fe-
rreira, que desde 1899 y hasta la década del 70 se especializó
en la cura de la tuberculosis en el uruguay
I
Para qué escribir si ya es tarde
y la voluntad tal si fuera humo se disipa.
Para qué meter minúsculo llavín
en el insondable hueco,
donde desapacible dormita el universo,
ballena de entre casa,
arponeada una y otra vez,
fugitiva,
a la cual le han quitado su balota,
ha dejado de ser noticia,
tan sólo es brea,
grasa y herrumbre por doquier.
Para qué escribir si dentro o fuera,
en la raíz o el ramillete de las cosas
acechan cortes de tijeras,
sin que haya un plan puestas para cortar
en cabeza lampiña cabellera;
cortar sin un adecuado tallado en la madera,
tallado que con el roer del agua-fuerte en mínimo concierto,
hubiera sido embestida lamiendo labios de la herida,
allí donde el dolor es queja de este mundo,
en este mundo.
II
Me niego a meter llavín para abrir con imprudencia,
en hilera de cajas la caja perteneciente a pandora,
cuyas alhajas,
sonajeros,
no son ni deben ser artefactos de este mundo.
Restándome en la caja de fósforos
algunos pocos fósforos,
con que alumbrar la próxima incómoda esquina,
me niego a saber + de lo que mi entendimiento puede;
voluntariamente me desdibujo en los objetos,
ésos que te miran desde la madera,
el vidrio en la copa,
la punta de birome que apunta hacia el espejo,
borroneado donde por las dudas no te miras.
III
En tanteo de ligeras pertenencias
digo que casi no soporto la libreta,
enredada en el peso de mi cuerpo,
cuyos números y letras se empapan en mis manos,
dibujándose en sus descoyuntadas páginas
un escrito que no estaba escrito.
He aquí la desnuda tarea de evocar
esta novísima certeza,
cuyo tiempo relampaguea dentro de mi obscuro pecho,
pez que se me resbala
cuando creo tenerlo para el guinche;
no obstante,
dentro y fuera de mi aire
he aquí el espíritu santo descendiendo,
todo llagado,
zaherido,
entre sanguinolencias.
IV
Presiento que la inteligencia,
la ridícula cédula que desde oportuno escaparate gotea,
una puesta en orden para la vidriera,
en mí es cláusula de menos;
ha de quitarse de cualquier lista de cláusulas,
garabateada por el escriba en su repetitivo libro,
en el cual con las horas guarda oraciones.
V
Asistido por ángeles marchosos,
en esta tarde de solsticio la huella ahondo
de un surco y sus recuerdos,
automáticamente perimetrado
con cintas amarillas que dan la voz de alerta,
instauran un apocalíptico sálvese quien pueda.
A partir de unas manchas de color,
frescas en el pincel que pertenece al cuadro,
visto por mí anoche
en el zigzagueante paseo del shopping center,
como puedo junto trozos de lo que fue,
de lo que no debió haber sido,
migajas resistentes de bacilo,
que a semejanza de pulgas extremosas,
violentadas por el hambre,
su danza macabra juegan en los escalones,
de la escalera mecánica en el portal desvanecida,
junto a organdí,
algodón y seda.
VI
Mientras tanto,
con su ronda de moribundos en la ronda,
que a dentelladas babea el acaramelado pop de las 7 en punto,
pegándose a la efusión nocturna
tal si fuera buque ebrio sin leyenda,
que da vueltas interminables y absurdas;
buque partido en 2 mitades
por la imparable tempestad sucia de mala memoria y buen olvido,
en estos novísimos escombros
entre billetes de a mil y poleras con nombre y apellido,
vertical se hunde en las hospitalarias entrañas de la tierra,
con sus aseados pasillos el fermín ferreira,
cosa que fue y no debió haber sido.
VII
Aunque no quiera,
se me entreveran guijarros de tela
y el último bandoneón flamante en la vidriera,
con ayes,
agujas hipodérmicas,
gente que corre,
tropieza y cae ensangrentadas en la boca las encías,
gente avergonzada.
Ante este cuadro patas para arriba de un fermín ferreira,
fresco en el pincel del que pinta
como si pintara la pared en una casa,
presiento que la vida es en cámara lenta
una cinematográfica brevedad que insiste,
donde no debe acumularse se acumula,
tercamente mudándose a contenedores
sin que haya barcos a la vista,
cayacs,
lancha de remolque,
salvavidas a los cuales se les debió haber pagado
la mísera mensualidad del mes 11
en los primeros días del mes 12.
Cuando comienza a desencajarse sombrío el fémur,
paraboloide que llegó para quedarse,
duele la vida sin remedio.
VIII
Por qué escribir,
si nadie ha de morir entre los lazos
de esta desvencijada telaraña,
que nació acosada por la vejez y tan sólo es inquilina,
precaria en ajeno asentamiento.
Entre tanto,
intrusa e impresentable al fondo del yuyal,
la trashumancia tal cual es,
·in novelada·,
en la hamaca del cáliz y los órganos sexuales
de sus pequeñas flores,
al shopping center le envía adioses,
tiernos e inocentes.
IX
En escenario interior entre cristales,
a causa de ensayos y repeticiones,
desde la estrecha boquilla del fagot,
entre flecos y espumarajos
en cucurucho y estrangul de caña,
aporreados estos,
indefensos,
suena en el salón de música un ¿y de la vida qué,
cuando comienza?
¡Ay!
sólo sé de salvatajes;
de una volanta que vuela me sumo al pasaje,
involuntario,
de náufragos que conmigo vuelan;
líneas amarillas se avistan sobre el suelo,
unos precoces dicen;
ennegrecidas para no ser vistas,
y es de noche.